Bajo la sombra de un árbol en el Balneario Municipal charlamos con el joven olavarriense que se encontraba en esta ciudad visitando amigos. Con su bicicleta pegada a su cuerpo y con notable orgullo Fabricio Ariel Díaz contó de manera elocuente y sencilla cómo empezó su historia viajera: “Simplemente me aburrí de tener dueño, me aburrí de trabajar 12 horas en una fábrica y de trabajar 350 días al año por 15 días de vacaciones”.

“A los 27 años tome la decisión y comencé a viajar en bici haciendo tramos cortos como Olavarría-Azul, Olavarría-Bolívar, tramos que sabía que podía llegar en menos de un día o en dos” agregó Fabricio, quien explicó que la forma de sustentar la vida que eligió llevar es a través de trabajos a conciencia: “Trabajo en voluntariados y por ahí veo una persona trabajando en su casa y me ofrezco para colaborar a conciencia de lo que crea que valió mi trabajo tanto sea con efectivo como con víveres que a mí también me sirve”.

Díaz expresó que a esta modalidad de trabajo que tiene de generar ingresos la complementa con su profesión como tatuador profesional: “Además hago malabares, soy artesano y de esa manera mantengo este estilo de vida”.

Un eco-viajero equipado

El olavarriense que dialogó con Diario El Tiempo contó detalles sobre el equipaje que lo acompaña en cada aventura: “Viajo con la máquina de tatuar, con las pelotas de malabares, tengo un equipo solar, cobijas carpa, ropa de verano y de invierno, alimentos, los utensilios para cocinar y agua”.

Y en ese sentido indicó que la forma de configurar el equipaje lo resolvió a base prueba y error: “Cuando empecé tenía mochilas comunes colgando y al tiempo me di cuenta que la humedad y el rocío hacia que la ropa me generara picazón y formaba hongos y vi en una página de viajeros autosuficientes la idea de hacer las alforjas con bidones y los contacté a los responsables de la página y me explicaron cómo funcionaban esos bidones y en vez de comprar alforjas originales cuyo costo no podía solventar, aparte estoy en contra de lo que es comercio, plata, gastar y ser parte del sistema”.

“Conseguí bidones que me regalaron en una estación de servicio y los fui equipando para que hoy en día sean alforjas muy eficaces” agregó Fabricio.

Consultado sobre cómo define a la bicicleta que armó para viajar por las rutas argentinas, el joven remarcó: “Es una eco-bici porque genero mi propia luz, la comida me la sustento yo y de lo único que dependo es de que alguna estación de servicio me permita cargar agua en mi botella”.

Energía solar

La eco-bici de Fabricio cuenta en su parte trasera con una pequeña pantalla solar que la vuelve singular y llama la atención de quienes la miran, sobre cómo funciona la misma, el olavarriense expresó: “La pantalla lo que hace es recibir la energía solar y la pasa al regulador de voltaje y a una batería de 12 volt a 6 amperes y con eso alimento las luces delanteras que tienen un arco de cuatro metro de largo por cuatro de ancho y con los puertos USB cargo mi celular, mi Tablet y mi cargador portátil”.

El viaje más largo

Díaz hizo referencia en diálogo con este diario al viaje más largo que emprendió desde que se largó a la ruta y contó: “El año pasado el 20 de junio me despedí de mis amigos y desde muy chico venía con ganas de conocer la casa del Che Guevara y me fui hasta Alta Gracia, Córdoba y aproveche para conocer lugares como Nono, Carlos Paz, Marco Sierra y otras ciudades”.

Por último el ciclista viajero aseguró que en febrero viajará nuevamente hasta la provincia de Córdoba donde junto a un amigo emprenderán un nuevo viaje hasta la provincia de Santa Cruz, con la idea de continuarlo hacia el norte de Argentina para luego pasar a Bolivia.

La bicicleta utilizada por Díaz para viajar por las rutas argentinas. ANGIE DIAZ JACQUOT